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Volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad son algunas de las características principales de los entornos laborales en las últimas décadas, características propias de un mercado cada vez más tecnificado y de avances científicos y tecnológicos que van sucediendo a un ritmo vertiginoso y que cada día se van haciendo más presentes y tomando un mayor protagonismo. Los conocemos popularmente como entornos VUCA por las siglas de sus términos en inglés Volatility, Uncertainty, Complexity y Ambiguity.
Todas estas características ponen al trabajador en la necesidad de mantener un nivel de alerta constante para adaptarse de manera continua, en más ocasiones de las esperables y sin posibilidad de descanso, a los cambios del entorno. Una realidad que repercute directamente en cambios de funciones, tareas, objetivos y herramientas de trabajo. Precisamente esta es una de las características principales de la actual situación laboral, y es que antes de que un cambio se haya podido establecer como habitual, ya ha llegado una nueva tecnología, un nuevo competidor, un nuevo mercado o una nueva situación, que obliga al individuo a adaptarse sin que la adaptación a la anterior situación se hubiera podido producir. Por otro lado, en escasos meses, la economía mundial se ha visto alterada por una terrible pandemia que ha obligado a sumar nuevos retos, nuevos cambios, a “reciclar” las habilidades ya incorporadas y que nos anticipa tiempos de destrucción de empleo y una mayor transformación en el fondo y en las formas del poco que quede. Un entorno de estas características obliga a los individuos a permanecer atentos, flexibles y en forma, para cumplir con los requisitos que demanda ese nuevo hábitat, para que primero la organización a la que pertenece pueda permanecer dentro del mercado y después él trabajador pueda permanecer dentro de la organización para participar en su mantenimiento y desarrollo. El individuo con capacidad de adaptación, con capacidad de observación, con capacidad de comprensión se adaptará fácilmente, el individuo que carezca de estas habilidades necesitará un extra de energía, tiempo y esfuerzo para entender y atender a las exigencias permanentemente cambiantes de ese entorno. Hay consenso en admitir que el mayor capital de las organizaciones son sus personas, aquellas que tienen que liderar los cambios, aquellas que tienen que poner en marcha los mecanismos de adaptación para que la economía florezca, aquellas que tienen que llevar a empresas y organizaciones a sobrevivir, sin embargo, cuando las capacidades de estas indispensables personas se ven desbordadas para afrontar y mantener durante largos periodos de tiempo estas situaciones de incertidumbre, de cambio, de complejidad o su capacidad de atención, el bloqueo de estas capacidades debido a los “excesos”, lejos de aportar el valor que sus organizaciones necesitan, les restan valor y productividad. Si las organizaciones apoyasen la disminución del estrés de sus trabajadores, estarían apoyando el desarrollo de la propia organización, posibilitando maximizar el rendimiento y la capacidad de adaptación de los individuos, que se trasladaría a la maximización del rendimiento y capacidad de adaptación de la organización a la que pertenecen. Según el Instituto Nacional de Estadística, INE, más del 40% de los trabajadores sufre de estrés laboral. Esta misma fuente, pone de manifiesto que la estructura del mercado laboral actual tuvo que soportar la lenta recuperación de una fuerte crisis económica, lo que supuso, en su momento, la necesidad de adaptarse a las condiciones de un mercado que imponía unas condiciones de jornadas de duración extensa y una necesidad de productividad alta con niveles salariales bajos. Este mercado, antes de haberse podido recuperar de aquella crisis económica, se está viendo inmerso en una nueva crisis, sin precedentes, de origen mundial. Aún no se sabe a qué habrá que enfrentarse ni qué repercusiones sociales y económicas va a tener esta pandemia de la Covid19, pero la situación de partida es suficientemente alarmante como para que merezca la pena la reflexión sobre la necesidad de reducir estos niveles de estrés laboral de los que ya partimos con ese 40%. Se sabe que, a la dureza de las condiciones del mercado laboral descritos, se tendrá que añadir, el estrés que va a provocar la sospecha o el miedo de la exposición a los posibles contagios y los efectos nocivos que sobre la salud tendrá dicha exposición y el miedo a perder el puesto de trabajo sabiendo la cantidad de empleo que se está destruyendo durante esta etapa. Trabajadores a título individual, responsables de recursos humanos y de prevención de riesgos laborales, todos tenemos la oportunidad de reducir estas cifras. Conociendo la situación, teniendo la posibilidad de frenarla y reducirla, no lo dudes, actúa ya. Si no puedes sólo, si necesitas ayuda, los expertos estamos contigo, usa el conocimiento que aporta la ciencia, usa la tecnología y la experiencia que ponemos a tu disposición, llámanos. Valle Molinero Socia Co&Co Traning Consejo asesor de Nascia Psicóloga industrial y general sanitaria Experta en biofeedback y gestión de estrés
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